martes, 1 de junio de 2010

caracol en sepia

con el equipaje, caracolito en un remolino, lento pero en el vértice del espiral de los sentidos. En el cierre un vasito de ron y miel, que derrama el sueño por la luna nueva. Luna a caballo en el carro de la estrella polar y su hemisferio. En las uñas, en el canto, en la ronquera y la sonrisa de toda cara, trinidad…
una ventisca de comino, a los saltos por los adoquines graves, plomos de pies sin agua y qué. Vibrando al tun tun del toc toc en la ventana. Lagrimita itinerante, viajando por los recuentos del mundo previo, pregones que anuncian con melodías callejeras nuestros futuros imperfectos, dóciles, cómodos y acurrucados futuros de molde…
qué importa; montado en el olor a café tus seseos babélicos sin diccionarios, te espero, remontando la monotonía, te encuentro, verde, azul, turquesa, rosa merengue en la pupila, te siento…
caracolito iluso bajando por rosario buscando el amarillo redondo que vuela por mis tantos desperezos; tu largo larguísimo abrazo multimundos, tus manos mulatas pintándome con acuarelas o arena, una carcajada que se canta con bombos y pincel…
luciérnaga que se escabulle y me hace seguirte y enrollarme en tus rincones que siempre son portales a dimensiones planetarias; todos tus rincones: planetas y asteroides; y en cada mundo tus habitantes y en cada habitante otro planeta que se florece en una maceta… ronda de galaxias, trinidad.
visitante interplanetaria, enrulada y multifacética, con la mochila, un mate y los sueños a cuestas, te respiro y pienso… contame del sueño con olor a pan, cantame tu hemisferio como un arrullo, inventame el milagro día a día, en este vértice austral que no deja de llorar su anhelada y nunca estrella polar... contame de mi, trinidad... cuando era gigante y brillante como tu cielo habitual …